Querría saber, amantes, cómo es hecha
esta amorosa red que a tantos prende,
cómo su fuerza en todo el mundo extiende
o cómo el tiempo ya no la desecha.
Si Amor es ciego, ¿cómo se aprovecha
a hacer las saetas con que ofende?
Si no las hace Amor, ¿quién se las vende?
¿Con cuál tesoro compra tanta flecha?
Si tiene, como escriben los poetas,
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿las saetas, la red, con qué las tira?
Las armas del Amor, tirano ciego,
un volver de ojos es que alegre os mira,
no el arco ni la red, fuego y saetas.
Gutierre de Cetina (Sevilla, alrededor de 1515-Puebla de los Ángeles, de Nueva España, alrededor de 1555) es un poeta soldado de apasionante vida novelesca, con final de novela negra, casi sueca. Está en todas las antologías merced a su epigrama famoso de los ojos airados a los que se les pide, por favor, que si no queda otro remedio a su enfado, al menos le sigan mirando. Con este soneto pueden ejemplificarse muchas cosas: que la traducción es otra creación, que España se dejó conquistar por la Italia que había conquistado y que el Renacimiento, por cristiano, no podía dejar de reírse un poco por lo bajo de los dioses paganos, por más que los sacase a relucir en sus poemas y en sus cuadros. Sin embargo, lo que vale más de este poema es el verso más realista y auténtico: ese “volver de ojos que alegre nos mira”, que basta, él sólo, para resolver el misterio y explicarse el poderío del amor.
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