Extraordinarios los Relatos de fantasmas de Edith Wharton que acaba de reeditar Alianza. En un epílogo autobiográfico, la autora confiesa que durante muchos años le aterrorizaron inexplicablemente los zaguanes y los portales. Ese mismo día leí a Luis Rosales en El contenido del corazón describiéndolos como un territorio ambiguo, que todavía no es la casa pero ya no es la calle. Eso explicaba bien –me dije– los miedos de la Wharton: los portales –entre dos mundos– resultan propicios a lo fantasmagórico. Lo que explicaba (de vuelta) por qué La casa encendida de Rosales, poemario donde se le aparecen varios muertos, empieza con un soneto titulado "Zaguán". La literatura se alumbra a sí misma.
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