domingo, 18 de septiembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

lunes, 5 de septiembre de 2011

XVI de B XVI

Después del ritmo trepidante de la JMJ no llegó el momento del punto y final, sino del punto de vista personal: de la aplicación concreta de las palabras del Santo Padre a la vida de cada uno. Jorge Luis Borges creía que “releer es mucho más importante que leer, salvo que para releer hay que haber leído”. Lo más importante de las insondables palabras de Benedicto XVI es volver sobre ellas hasta que formen parte de nosotros. He escogido 16 frases de B16 para empezar:

I- Yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz: no os avergoncéis del Señor” [Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Barajas]. El tono, el carácter prologal de esta exhortación y su vibración traían ineludiblemente a la memoria la frase de Juan Pablo II: “No tengáis miedo”. A la vez la pequeña diferencia entre ellas subrayaba un matiz. A comienzos del siglo XXI el miedo se ha derrumbado como el muro aquel y ahora la persecución a la Iglesia es menos terrorífica pero más insidiosa: trata de abochornar a los católicos presentándolos como extravagantes y fuera de la ola de la modernidad. Benedicto XVI, captando magistralmente la situación, presentó desde el principio el quid del asunto, el reto específico de nuestro tiempo.

II- Es bueno buscar siempre [Ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Barajas]. Hablando de matices, qué divertido jugar a encontrarlos en los mensajes que el Papa dirige en cada una de las lenguas. La universalidad de la Iglesia no ahoga la variedad riquísima de las naciones, como se ha podido ver en el despliegue multicolor de las más diversas banderas. En su saludo en lengua alemana dice el Papa, por ejemplo, que “la fe no es una teoría”, y no es casual que lo haga hablando a sus sistemáticos compatriotas. A los polacos, después de condecorarles con el nombre del gran Juan Pablo II, les insta a recordar a Europa sus raíces cristianas. Y a los franceses, famosos por sus filósofos existencialistas y sus escritores inquietos, les anima desde el principio a la búsqueda afanosa e incesante de la verdad, de la verdad sin adjetivos, precisará en otro de sus discursos.

III- Os invito a subir a la fuente eterna de vuestra juventud y conocer al protagonista absoluto de esta Jornada Mundial y, espero, de vuestra vida: Cristo Señor [Ceremonia de bienvenida en Barajas]. En lengua portuguesa, el Papa reescribe con cinco o seis palabras un viejo mito de la época de los exploradores: la fuente de la eterna juventud. Lo eterno, dice Benedicto, es la fuente, que es Cristo Jesús. Quien la encuentra, halla algo mucho más juvenil que una juventud embalsamada. El mito era una profecía de algo infinitamente mejor, de Alguien que no pasa nunca.

IV- La vida en plenitud ya se ha aposentado dentro de vuestro ser. Hacedla crecer con la gracia divina, generosamente y sin mediocridad. [Fiesta de acogida de los jóvenes en la Plaza de Cibeles]. Ante un amante de la música como el Papa, hay prestar mucha atención a los estribillos y a los tonos que se repiten. Una constante de sus discursos ha sido el rechazo de la mediocridad y la banalidad que contagian el relativismo imperante y el hedonismo. En casi todas sus intervenciones lo ha dejado caer, como en voz baja, pero firme. Se ve que percibe en el conformismo gris otro de los grandes peligros que en esta época acechan a los católicos.

V- Sed prudentes y sabios [Fiesta de acogida de los jóvenes en la Plaza de Cibeles]. No se ha limitado el Santo Padre a proponer un mensaje negativo o preventivo. Ha exigido mucho. Tanto, que ha llegado incluso a reírse de sí mismo en la ceremonia de agradecimiento a los voluntarios: “El Papa se va pidiendo. Sí, así es. Ésta es la misión del Papa”. A los jóvenes les ha pedido, junto a la entrega, la fe y el compromiso, que sean prudentes, en un sentido muy fuerte, de virtud cardinal; y además sabios, nada menos. No se conforma el Papa, fíjense, con que aprueben en junio ni con que acaben acabando sus carreras.

VI- La juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de las manos” [Encuentro con profesores universitarios jóvenes en El Escorial]. Que la Iglesia es la legítima heredera de la filosofía griega está fuera de toda duda y es uno de los grandes temas  de este pontificado: la defensa de la racionalidad. ¿Qué líder político, social o cultural —me pregunto— cita a Platón con tanta naturalidad? Y con tanto acierto. Qué maravillosa idea: la verdad necesita la agilidad y el entusiasmo de los jóvenes. No se debe dejar su búsqueda para edades más solidificadas e irremediables.

VIII- La verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance [Encuentro con profesores universitarios jóvenes en el Escorial]. Contra los usos y costumbres de los líderes del siglo, que halagan empalagosamente a su auditorio, el Papa exige con absoluta radicalidad y nos sitúa ante la verdad de nosotros mismos. Impresionante su llamada a la sencillez a los profesores universitarios: “La humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad”. Contra el peligro del engreimiento del doctor o del maestro, advirtió: “No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara que da luz sin hacer ruido”.

IX- Son imágenes donde la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión [Via Crucis con los jóvenes en Cibeles Recoletos] Hay toda una lección esencial de estética en esta frase de Benedicto XVI. Las imágenes valen en cuanto armonizan (y el Papa pone un acento muy fuerte en este verbo, “armonizar”) el arte y la fe, y no por gusto, sino para llegar al corazón del hombre y convertirlo. “Una buena pieza literaria”, indicaba Flannery O’Connor, “lo es porque tras su lectura notamos que nos ha sucedido algo”. El Papa puso el ejemplo de santa Teresa de Jesús conmovida y transformada en su corazón al contemplar una imagen de Cristo muy llagado.

X- No paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera [Via Crucis con los jóvenes en Cibeles-Recoletos]. No sólo ha exigido fe y entrega, prudencia y sabiduría, y humildad y estudio, sino que miremos de frente al sufrimiento, que no nos hagamos los locos. La fiesta de la alegría de los jóvenes de la JMJ no se ha construido sobre la evasión o la negación de los males del mundo. Tampoco el Papa arrastra a los jóvenes a base de negarles las evidencias. Les ha señalado el dolor y les ha pedido que pongan allí su capacidad de amar y de compadecer, sin cerrar tampoco su inteligencia a la “sabiduría misteriosa de la cruz”.

XI- No somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte [Santa Misa con los seminaristas en la Catedral de la Almudena]. El hedonismo se queda mudo ante la nada, que para él tiene la última palabra. Por eso el mundo va pegando vueltas siempre, tratando desesperadamente de darle la espalda. En cambio, por Cristo, recuerda el Papa, “tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros”. La alegría que exhalaba Madrid durante la JMJ no era un sentimiento pasajero ni inconsciente ni un acto reflejo. Responde a una promesa muy profunda que sí da respuestas definitivas a las grandes y graves preguntas que el hombre no puede dejar de hacerse.

XII- Sois los protagonistas de esta civilización del amor [visita a la Fundación Instituto San José]. La defensa de la altísima dignidad del ser humano, que no debe doblegarse jamás ante intereses utilitaristas o cientificistas, ha sido otro de los hilos conductores de los mensajes del santo Padre. A los enfermos les ha puesto delante su papel fundamental e imprescindible de valedores de una sociedad en la que el hombre esté por encima del dinero, la comodidad o la eficacia. Los ha situado en el centro mismo de una sociedad justa. Donde les corresponde.

XIII- Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás [Vigilia de oración con los jóvenes]. Cuando un intelectual y un teólogo como el Papa —que ha hecho de la búsqueda de la verdad el eje de su vida— nos avisa de que estamos ante “la gran verdad” que da sentido a todo, conviene pararse a reflexionar. El amor de Dios por cada uno de nosotros es lo que nos sostiene ontológica y biográficamente, lo que desbarata la casualidad y la irracionalidad. Y tras pensarlo, surge una acción de gracias, el justo orgullo (“queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor”) y los propósitos de corresponder a Cristo.

XIV- Hemos vivido una aventura juntos [Vigilia de oración con los jóvenes]. Algún amigo pensará que he escogido, de entre el inmenso tesoro inagotable de frases de Su Santidad, ésta del final de la vigilia, tras la tremenda tormenta y los vientos salvajes, porque se trata de un endecasílabo perfecto, con sus acentos en cuarta y en octava. Y sí, es verdad que la he escogido por su poesía, pero no por una cuestión técnica, sino por su temple épico. Como el capitán en un barco, Benedicto XVI se negó a abandonar a los jóvenes y resistió con ellos. Supo sacar de aquello una enseñanza: “Con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida”. Y fe en que todo es para bien: “El Señor con la lluvia nos ha mandado muchas bendiciones”. Y se le notó que le había divertido y emocionado haber vivido aquella experiencia inesperada como un peregrino más, plantando cara a los elementos.

XV-  España es una gran Nación [Ceremonia de despedida en Barajas]. Y por si cupiesen dudas insistió: “este noble País”, “este gran País”, “esta noble tierra”. Y habló “de su alma profundamente religiosa y católica”, el alma, pues, de España. Alma que encomendó a la Virgen María, que la cuida especialmente. Qué intrigante misterio el papel de las naciones en los planes de la Providencia…  

XVI- El elocuente silencio de adoración al Santísimo. Son muchas las palabras del Santo Padre que quedan atrás y sobre las que tendremos que volver en otra ocasión; pero sus mejores palabras son las que no pudimos oír. Se produjeron en la adoración silenciosa del Santísimo, compartida con cientos de miles de jóvenes. Allí estaba la raíz de todos los gozosos momentos de la JMJ. Por muy masivo y agitado que sea cualquier encuentro, el verdadero encuentro siempre es personal e interior: del hombre con su Señor, adorándole. Una inolvidable lección para todos.