miércoles, 29 de mayo de 2013

Que discutan


Mi artículo de hoy se recrea en la alegría de quienes se salvarán por la reforma de la ley del aborto, si llega.


Pero como decíamos ayer, estoy fascinado por el debate encendido. Los insultos a unos y a otros, que se han producido en los exactos términos que decía en mi artículo (tontos vs. nazis), me parecen más o menos bien, pero son lo de menos. Del artículo que me llevó al informe de ACAI, de lectura tan sugestiva, me pareció tremenda la cuestión subyacente del anonimato: satisfacciones aparte, la única que no quiere mantener su nombre escondido es la única que no abortó. Qué significativo, ¿verdad? Y del debate de Arcadi, además de su tono, de tan claras resonancias nietzscheanas, me tengo que reír con/de sus explicaciones, donde se lía  y acaba postulando el aborto a los ciegos. ¡Los ciegos, madre mía! De sus dos replicantes (uno y dos) discapacitados, me entusiasman sus sendas defensas de la dignidad y comprendo y comparto que se sientan humillados y ofendidos. Me rechina mucho, en cambio, que ambos postulen el aborto libre, y que sostengan que es una decisión de la mujer. ¿No se dan cuenta que de esa manera no hacen sino privatizar el aborto eugenésico?

Y ahora viene el liberalismo fáustico [sic] sin careta. 



miércoles, 22 de mayo de 2013

Calaveradas y calaveritas



Cuando escribo un artículo, siempre oigo una segunda voz, la voz de un bajo, que le va pidiendo al lector: Se' savio; intendi me' ch'i non ragiono. En este artículo se me sumó al coro, la frase alta de Juan Varo Zafra, que viene a decir que no hay mayor pérdida de tiempo que intentar convencer de que uno no es un insensible a un sentimental. Veremos cómo me afean que me meta con el pañuelo de mi mujer, cuando no hago sino defenderla. De la moda, ese molino de viento, ese gigante.


domingo, 19 de mayo de 2013

Gómez Dávila, inagotable


El centenario fue ayer, pero seguimos celebrándolo. El artículo no es más que un índice de los temas gomezdavilianos sobre los que me gustaría escribir largo y tendido. Ya lo hice sobre su poética y sobre la construcción implícita de su libro. Me queda muchísimo todavía, gozosamente. 

Tendría gracia hablar sobre su relación con los sermones. El otro día le cité un escolio de éstos a mi párroco donostiarra don Francisco Querejeta y se tuvo que reír de buena gana: 


[Los sermones] nos turbarían, si nosotros, cristianos viejos, no hubiésemos aprendido, felizmente, desde pequeños, a dormir durante el sermón. 
Los católicos no sospechan que el mundo se siente estafado con cada concesión que el catolicismo le hace. 
No tratemos de convencer; el apostolado daña los buenos modales.  
El incienso litúrgico es el oxígeno del alma. 
Innovar en materia litúrgica no es sacrilegio, sino estupidez. El hombre sólo venera rutinas inmemoriales. 
Los ritos preservan, los sermones minan la fe. 
Las piruetas del teólogo moderno no le han granjeado ni una conversión más, ni una apostasía menos. 
Una nube de incienso vale mil sermones. 
Lo que se piensa contra la Iglesia, si no se piensa desde la Iglesia, carece de interés.

[Tengo que mandarle esta selección al hermano de Leonor. Tras su boda, comenzó a ir a misa todos los domingos, con la envidiable ilusión y la fe del converso. Vive en Madrid muy cerca de mi hermano Jaime, así que coinciden mucho en la iglesia. Y mi cuñado está muy escandalizado porque en el momento de la homilía, mi hermano saca un libro de debajo del brazo, y se pone, concentradamente, a leer. No me ha servido de mucho explicarle que el libro será devoto. El hermano de Leonor no da crédito a lo que ven sus ojos, no se lo explica. Seguramente estos escolios de don Nicolás Gómez Dávila se lo expliquen mejor. Y quién sabe si no será incluso al revés: no es que nos durmamos (o equivalentes) durante el sermón por ser cristianos viejos; hemos llegado a serlo porque nos dormimos (o equivalentes).]

miércoles, 1 de mayo de 2013

No seamos idiotas, amémonos, seamos felices


La dificultad era convertir un deseo imperioso y algo naïf en un artículo de opinión, pero merecía la pena, quiero decir, la alegría, intentarlo