Teniendo en cuenta el prestigio de la protesta indignada y, en este caso, sus más razones que un santo, me pregunto por qué seré tan cándido. Y se me ocurren varias excusas:
1- La poesía mala no existe, porque si mala no es poesía (Excusa ontológica).
2- A un poeta, que el mercado esté mal o el público no eche cuenta, no le importa porque él no existe por principio ni para el mercado ni para el público (Excusa de la reciprocidad).
3-Lo que digo es verdad. Qué interesante recepciones en estos últimos años las de la poesía de Europa del Este y, mucho más al este, de la poesía japonesa y china. Y también lo que dije y no se recoge: la consolidación de un canon de poesía española y de un continuum que arranca en Bécquer y se puede seguir, de maravilla en maravilla, hasta hoy mismo. (No es excusa, sino orgullo)
y 4- También me quejé de los suplementos y de la crítica y del afán de descubrir una novedad cada temporada, pero eso Peyró, para no borrarme la sonrisa, tuvo a bien no recogérmelo. (Excusa del género entrevista)
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