Viendo las fotos de la exposición “Os adeuses” de Alberto Martí, que retratan magistralmente la emigración gallega a Hispanoamérica en los años 50, sorprende lo bien vestidos que van todos y la dignidad que emanan, a pesar de su pobreza. En cambio, miro alrededor y me sofoca lo caribeños que vamos por aquí. Pantalones cortos, camisetas sin mangas, camisetas manga (con dibujos raros), chándales y sobre todo chanclas, chanclas y babuchas, y nada muy limpio. Junto al desarreglo, cuánta desgana e hipotensión. Sobre nuestra crisis, se ha escrito que los españoles queremos vivir como norteamericanos y trabajar como cubanos. Sin duda, un paso para salir de la crisis sería andar con más brío y vestirnos más y mejor.
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Una sugerencia. Cuando dices “y la dignidad que emanan, a pesar de su pobreza”, parece que reflejas una oposición, vencible, desde luego, entre aquel valor y la falta de medios. He leído hace poco que a Chesterton el ver a un mendigo pidiendo le producía menos pena que ver pedir a un rico (se refería a los cartelones de publicidad). Y, ya por asociación de ideas, que con el asunto de que tratas tiene poco que ver: Junto al menesteroso que pide a través de niños pequeños, está el gran empresario que hace lo mismo con nuestros niños (bueno con los míos ya no) que no paran de repetir la musiquilla pegadiza sugerida por la agencia de publicidad. Me estoy acordando del veranito de los viajes de El corte inglés.
ResponderEliminarUn abrazo,
Jilguero
Pero eso del vestido era por la agobiante presión de la dictadura que padecíamos, ¿no?
ResponderEliminarLOS BALILLAS
ResponderEliminarMiradlos, ¡qué obedientes
y responsables son!
Todos con su uniforme de balillas
de la democracia y el progreso,
el "short", pantaloncito corto,
torso desnudo, camisas estampadas
de colores, inteligencias abrevadas
en las televisiones, los periódicos,
cotizaciones de Bolsa, la carne gráfica
de los desnudos femeninos,
orgullos fálicos, desfile
de los héroes banqueros, futbolistas,
diputados, putas caras, coches
como celestes carros, dentaduras
implantadas para cabezas de primera clase:
Honolulú, la City. En África
se amontonan cadáveres, mas los "spray"
desodoran con olor a pino.
Miradlos, ¡qué contentos
de sus anatomías constrastadas
con lípidos, sacáridos, proteínas, minerales:
tanto a tanto, qué esbelteces!
Mas el derecho a ser tripudo
y a mostrarlo: la democracia verdadera,
exhibición de cuerpos y almas,
como el Último Día. Los turistas
preguntan:"¿de qué siglo es esto?"
"¿Cuánto vale?". Y excitan su misericordia
todos estos rostros: Vírgenes, Crucificados.
Las Meninas. Los bobos de Velázquez
no tenían coche,
no usaban profilácticos.
¡Qué gordas las mujeres de Rubens!,
comentan pasándose la lengua
por la comisura de los labios.
¡Qué maravillas de catedrales y museos!
Pero el Bobo de Coria no hizo la E.S.O.,
ni visitó a un psicólogo, ni tuvo
un rehabilitador. ¿En qué hotel cenamos?
Miradlos,¡qué buenos ciudadanos!,
sostienen con su trabajo al Estado
y a sus denodados servidores:
les pagan todo, incluidas sus amantes,
hacen declaraciones de su nombre,
su dinero, sus casas, su progenie,
sus mentes, sus teléfonos, sus enfermedades:
no hay un secreto en estos niños
con su pantaloncito corto. Votan,
son solidarios y benéficos,
perfectamente idiotas. Cuando mueren,
la empresa, agradecida,
les enviará una gran corona.
Mirad cómo se la merecen. ¡Qué contentos
están en sus colas de trenes
carreteras, cines, funerales, bodas, restaurantes!
¡Qué contentos! Este es el tiempo
de la pedagogía científica: señoras
y señores, trabajen y se eduquen,
sean demócratas, y luego, cuando se jubilen,
-estado el más perfecto-
podrán vestirse de balillas
con su pantaloncito corto, y las mujeres
tostarse con sublimes mantequillas.
Sexo libre, ataúd de caoba, libertad,
igualdad y fraternidad de traseros,
y de mentes.
Pantaloncito corto para todos,
balillas "in aeternum".
Jose Jiménez Lozano
"El Timpeo de Eurídice"