Una de las consecuencias más rocambolescas de la crisis es cierta reivindicación gozosa de Marx desde la izquierda. “Marx tenía razón”, argumentan, “el mercado no funciona”. Se ve que cuando renunciaron al credo marxista lo hicieron a regañadientes y que en cuanto vieron un resquicio se tiran de cabeza con alborozo. Les he oído celebrar (con estos oídos que se va a tragar la tierra) que las ventas de El Capital hayan aumentado mucho en Alemania. “Una señal esperanzadora”, concluyen satisfechos.
Se les olvida, por supuesto, que el marxismo fracasó mucho antes y mucho más que el mercado, pero eso entra dentro de las reglas de la memoria histórica, que es selectiva y senil. Y significativa: con estas alegrías neomarxistas los vemos venir de lejos. No hay nada más esclarecedor que atender a los motivos de alborozo de cada cual. Ya hemos hablado aquí de las alegrías en la casa del progre, que celebra más permisividad abortista, los divorcios exprés, el fracaso de la intervención en Irak o el zapatazo a Bush. Y que el espíritu de Marx, el materialista, resucite.
Pero sólo el espíritu, ojo, como un fantasma desvaído. Siguiendo el consejo evangélico de que la mano derecha no se entere de lo que hace la izquierda, los mismos que con la zurda saludan satisfechos a Marx, con la diestra les sueltan unos miles de milloncejos de euros de nuestros impuestos a los banqueros, para que no les falte ni gloria. Y mucho cuidado con echarles en cara sus contradicciones, porque la coherencia es reaccionaria.
¿Qué pensará Marx —allí donde se encuentre— de esta su resurrección extravagante a manos de los amigos íntimos de Botín. En realidad, lo que están haciendo con el viejo Karl es disfrazarlo de Papa Nöel, y ponerlo a repartir subsidios en plan socialdemócrata, ho!, ho!, ho!
Tampoco pretende uno exigirles a estas alturas demasiado rigor intelectual a los intelectuales y políticos de la izquierda, pero no está de marx señalar su cacao ideológico. Primero, porque lo menos que se les puede pedir a los que pretenden sacarnos del atolladero económico es cierta claridad de conceptos. Y segundo, porque el marxismo ha dejado a lo largo de su historia tal reguero de sangre, de pobreza, de falta de libertad, de opresión y de engaños, que habría que mentarlo con más prudencia, con menos frivolidad.
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