Ande la noche, ande,
doble su manto aprisa,
que un presebre pobre
está el sol sin mantillas.
Corra la fuente, corra,
de espejo limpio sirva
a la pureza intacta
de la recién parida.
Vuele la garza, vuele,
pues del neblí se libra
[...]
Siga el anciano noble
al norte que le avisa,
que ponga al Niño en salvo
dando a Herodes papilla.
Anda, corra, vuele, siga,
que travesando las flores pulidas
copitos de nieve le ti, ti-ri, tiran.
["Aire y donaire", villancico anónimo]
Por supuesto que no es comparable el aborto con la pena de muerte, aunque utilizando el mismo argumento de la inocencia, en el caso de que uno sólo de los condenados y ejecutados fuese inocente ( y no sería el primer caso) esa opción ya no es válida por muchos culpables que se ajusticien.
ResponderEliminarMe sigue chirriando que se pueda ser una activa defensora antiabortista y a la vez justificar o apoyar la muerte como redención, incluso con inocentes de por medio.
Saludos
¡Ay, las vueltitas que he dado para encontrar tus artículos! Pero ha merecido la pena, si es que hubo pena, que no la hubo.
ResponderEliminarGracias, Suso.
ResponderEliminarY gracias, Manupé. Desde luego, la posibilidad de matar a un inocente (como ha sucedido) es un argumento más y de primer orden para no aplicar la pena de muerte. De primer orden, pero en otro orden que el aborto.
A mí tu chirrido no me chirría tanto como una sociedad que asume con naturalidad el aborto y, en cambio, se escandaliza por la pena de muerte. Lo contrario, yo lo entiendo mucho mejor. Y lo tuyo --o sea los dos chirridos-- también.