¿Y qué tiene que ver la liturgia con todo esto?, preguntarán, escamados, los lectores laicos. Pues que a mí, queridos amigos, no sólo se me adelanta la primavera, sino también la Cuaresma. Llega el Carnaval y, mientras que ustedes y el resto de nuestros paisanos se divierten de lo lindo (o, para ser precisos, a lo bestia), yo me cubro la cabeza de ceniza y visto un humilde sayal.
No, no es un disfraz, sino una metáfora. De hecho, apenas me disfrazo, porque tengo de sobra con mi careto y con los tipos diversos que represento a fuerza de pluriempleo —y que no falten—. Tampoco me escandalizan los excesos de estas fiestas, no seáis mal pensados. En lo que respecta al exceso, ya es Carnaval todos los fines de semana, y uno tiene el cuerpo hecho al signo de los tiempos.
Lo de la ceniza y el tosco sayal no es voluntario. Oigo el concurso del Falla y recibo una cura de humildad, una terapia de choque. Los otros meses puede uno ir por la vida más o menos satisfecho de haberse conocido, pensando que de vez en cuando un juego de palabras le sale gracioso y que su crítica política tiene cierta punta. Pero llega febrero, ay, y asisto acomplejado a este derroche de sal, de mala uva sin hacer sangre, o haciendo sangre, pero sin que llegue al río, o llegando al río, pero sin alcanzar el mar, que es el morir, o desembocando en el mar, que es un pozo sin fondo de sal. En fin, que uno escucha la final del Falla boquiabierto, prácticamente boqueando, tratando de coger el aire (tirititrán-tran-trán) y aprender.
Para consolarme, reconozcamos que la realidad española colabora bastante más con los autores de chirigotas, comparsas, coros y cuartetos que con los columnistas de opinión. Se observa lo que pasa y entran ganas de ponerse a corear: “Esto es Carnaval; esto es Carnaval”. Eso si está uno de buen humor y no da en la melancolía. Miren el patio: el ministro de Justicia cazando sin licencia de la mano de un juez disfrazado de cazador; la economía tiritando; Magdalena en Siberia; el paro que no para; la Bolsa vacía y ciertos bolsillos llenándose...
Casi estoy deseando que pase pronto el Martes de Carnaval, a ver si despertásemos de este mundo al revés. Si no, por lo menos se acabarán las coplas y, mientras inclino la cabeza para que me impongan la ceniza, podré ir recuperando algo la autoestima y, quizá, un poco de vanidad, que anima mucho.
[No hay trampolínk porque en la página web del Diario han
colgado otra vez el artículo sobre las citas. O sea, que ahora
sí que sobre cito.]
Bueno, pues suerte que ya tengan golondrinas (¿seguro que es golondrina y no vencejo?) y retama, aquí falta un mes al menos. La primavera siempre llega antes a Andalucia, todo parece llegar antes.
ResponderEliminarSaludos y felicitaciones (todavía sin ceniza) de una lectora constante.
Aurora