Como digo, las novelas son para el verano. Pero hay novelas y noverlas, que avisaban los moralistas clásicos, esos maestros. Esta temporada ha arrasado Cicuenta sombras, cosa por lo visto aproximadamente pornografiquilla y sadicona. Millones de ejemplares vendidos. Me quemaba la sangre, no por mis libros vendidos con cuentagotas, que cuento con eso, sino porque me daba un índice alarmante de la decadencia de mi admirada alta sociedad [snob, digo, sic] y de la sociedad en general. Por otro lado, la gente que la leía aseguraba que estaba mal escrita y que era mala, pero que estaban enganchados, con lo que lo empeoraban todo.
Leí una crítica de la psicoanalista Mariela Michalena, en la que explicaba el éxito del engendro por la necesidad interna de muchas mujeres, incluso liberadas y profesionales, de someterse al hombre. Esa patalogía, dice la experta, es más común de lo que parece, y está detrás de muchos casos de malos tratos, etc. La casualidad, esa colaboradora impagable de trabajo, quiso que resonara ese mismo día en la lectura de la misa Eph. 5, 22-33, o sea, el famoso fragmento que los príncipes William y la Middleton (la hermana de Pipa, cuyo nombre he olvidado) alteraron tan campantes y modernos. O sea, aquellos de "mujeres, someteos a vuestros maridos". Y entonces lo vi chestertonianamente claro. Los vicios de hoy son virtudes cristianas que se han independizado y van por ahí, solas, locas, descentradas. San Pablo propone esa sumisión, sí, pero a un hombre que está dispuesto a dar la vida por nosotros, y eso parece horroroso al mundo. Pero si la sumisión es sumisa y a cualquiera, se vende como rosquillos. Y viceversa, Werther y demás suicidios por amor, recordé. San Pablo propone que el hombre dé la vida por su mujer, pero la literatura se ha quedado con dar (quitar) la vida a las primeras de cambio, y ahí tenemos los excesos funerarios románticos, también desligados de su justa correspondencia y de su sentido.
Esa es la idea, que debería explicar mucho mejor, pero mi mujer me llama para que baje a la playa cargando sombrilla, sillas, toallas...
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¡Y niños! A mi madre le conmueve lo de que un marido ayude a llevar a los hijos a la playa ;)
ResponderEliminarDaba codazos a mi mujer cuando, el otro Domingo, se leía eso en misa: "Esposas sométanse a sus esposos, porque el marido es cabeza de su mujer". Ella me devolvió los golpes acto seguido cuando se escuchaba:"Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella"... Entonces me quedé quietecito, quietecito.
ResponderEliminarMucho me temo que EGM tenga cierta tendencia a pensar que "cualquier tiempo pasado...", etcétera. Los grandes éxitos de librería de hace un siglo no se llamaban precisamente Baroja, Azorín o Machado, sino Alberto Insúa, El Caballero Audaz o cosas todavía más positivamente infumables. Respecto a su admirada alta sociedad, ¿recordamos a Manuel Machado y su "los más ricos apilan Himalayas de cobre, / y entre tanto cacique tremendo, ¡qué demonio!, / no se ha visto un Mecenas, un Lúculo, un Petronio"? ¿O quizá mejor a Proust (a quien estoy releyendo ahora) y su complacencia, por momentos casi sádica, en pintar la vaciedad de la suya, y cómo incluso los (rarísimos) ejemplares que escapaban a ella eran, como la duquesa de Guermantes, Charlus o Saint-Loup, seres claramente limitados y no raramente triviales, que sólo destacaban por contraste contra el medio de nulidad en el que se movían? Me temo que mi propia apreciación de uno y otro (el tiempo pasado y la alta sociedad, digo) son mucho menos optimistas. No soy el único, por lo demás; recuerdo una anotación de Andrés Trapiello, creo que en uno de sus diarios, donde dice haber visto en una casa de campo inglesa, se supone que de gente digamos "bien situada", un ejemplar de "las obras de Boscán y algunas de Garcilaso" (es decir, la primera edición, de 1543, de ambos), y la compara con sus equivalentes españoles, donde era, y sigue siendo, cosa bien rara encontrar, no semejante joya (lo que roza, me temo, la imposibilidad metafísica), sino una edición corriente y barata de uno u otro.
ResponderEliminarEstoy casi completamente de acuerdo con tu comentario, Pedrete. Salvando algunas bibliotecas de algunas casas de campo (yo vi la de Muñoz Rojas), con todo. Gracias por corregir mis tics más absurdos.
ResponderEliminarCierto, yo quizá exageraba un poco (muy poco). En todo hay excepciones, y Muñoz Rojas sin duda lo era. Pero me temo que son eso, excepcionales.
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