martes, 7 de julio de 2009

Pelotitas y pelotazos

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En la playa, aunque están prohibidas, abundan las pelotitas de fútbol. Son una plaga. No hay nada más molesto, como usted sabe, y, si aún no lo sabe, lo comprobará en cuanto le den las vacaciones, que estar tomando el sol sobre la arena cercado de personas que corretean, saltan, se empujan, caen, gritan y, sobre todo, chutan con fuerza pero precisión escasa. Como yo no estoy muy moreno, soy un blanco perfecto.

He dejado, qué remedio, de leer y me he puesto a vigilar detenida, preventivamente a los futbolistas de la orilla. Me ha llamado la atención lo talluditos que son. No tienen edad para esta fiebre balompédica aguda. En nuestra sociedad hay una epidemia de juvenilización, lindando con el infantilismo, que en la playa salta a la vista. Todos (y todas) visten (o se desvisten) y se tatúan como si fuesen estilizados adolescentes, aunque no. Y ellos van con su baloncito, tan contentos, a corretear por la orilla y a dar toques, dicen. Por supuesto, nadie lee, y me parece que tampoco leería mucha gente aunque nos dejasen hacerlo los enérgicos jugadores.

Hay en el fútbol —reflexiono— una renuncia antinatural que tiene el valor de un símbolo. La inteligencia invita a sujetar el esférico con las manos y dejar los pies para andar o, en casos extremos, para correr; la inteligencia o el simple sentido común. Pero el fútbol se centra en las extremidades inferiores. ¿Ven la simbología?

2 comentarios:

  1. Hombre, Enrique, en la playa casi casi pega más dar patadas a un balón (aunque sea de Nivea), que leer. Lo de la infantilización es cierto, pero habría que tirar del hilo, intentando imaginar qué diría el tío Chesnut de eso. Seguro que lo vería por el lado bueno: hay nostalgia de sencillez, pureza, entusiasmo y atolondramiento, de huir de las oficinas, cubículos cuadrados y cariacontecidos.

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  2. Muy interesante la simbología final, Enrique. Da para pensar. Pero sin ser yo un amante del futbol (y quizás sólo por ser argentino) debo hacer la mención de que en el futbol también se usa, aunque en menos proporción, la cabeza.

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