La prensa está como don Mendo, si me permiten la memoria histórica, el de la famosa venganza escrita por Pedro Muñoz Seca. Según Azofaifa, la enamoradísima criada mora, don Mendo andaba obseso con su antigua novia: “La nombras dormido, la buscas despierto,/ Magdalena dices, al abrir los ojos;/ Magdalena, dices, al rendirte al sueño./ Y hasta hace unas horas, cuando en la hostería/ te desayunabas, pediste al hostero,/ en vez de ensaimada, una magdalena,/ y eso fue una daga que horadó mi pecho”.
Más taimada que ensaimada, la Magdalena de la obra de teatro, hace de las suyas para ganarse tanto protagonismo. La Magdalena nuestra es más bien una ensaimada, una ensaimada sintáctica como mínimo. Su protagonismo también se lo ha ganado a pulso (“antes partía que doblá”), aunque con otro método: no hace lo suyo.
Lo que sí hace es ejercer de andaluza, pero ella sola, ¡mucho cuidado con ayudarla! Cuando uno de Ezquerra la llamó señorita andaluza, que hay que estar sordo y ciego, ella contestó que eso era lo peor que le podían decir. Ahora que la Nebrera ha tenido la poca gracia de comparar su acento con un chiste, también se ha ofendido. Lo de esos catalanes no es evidentemente el arte de las comparaciones, pero convendría que, para evitar malentendidos, Magdalena nos explicase qué tipo de andaluza es. Yo creo que de las de rompe y rasga. Y eso lo explica todo.
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Memorables las dos oraciones finales. Perfecto cierre de arículo. Ahí queda eso.
ResponderEliminar¡Rebueno!
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