domingo, 12 de mayo de 2013

Discutamos a muerte


Que es lo mejor para la vida. 


20 comentarios:

  1. Me surgen muchos peros, Enrique... Comprendiendo el fondo de tu artículo, no puedo sino decir que si bien está que semejante carnicería deje de pasar desapercibida, y sabiendo que la razón está del lado de quienes defendemos la vida, al mismo tiempo en casos como este hay una razón, la defensa de la vida humana inocente, que está por encima de cualquier argumentario, que siempre habrá defensores de la muerte maestros de la demagogia que convenzan más que un defensor de la vida no dotado para la mentira y el engaño masivo.

    Que los apóstoles de las Unlebenswert Leben* siempre cuidaron su oratoria.


    * Es Carlos Esteban quien atinadamente recurre a esta comparativa: http://www.intereconomia.com/columna/arcadi-y-los-monstruos

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  2. Una vez más, la vieja demagogia. El bando al que EGM se declara contrario recibe calificativos como, copio,
    "la cruda ideología que los sostiene", "insultos muy violentos a los defensores de la vida", mientras que el suyo, en el que por supuesto la ideología no cuenta para nada, Dios nos libre, todo lo que ocurre es que "han producido escándalo algunas declaraciones". No sólo tienen la exclusiva de la razón; además, son todos maravillosísimos, y por supuesto jamás insultan ni menos agreden a nadie. Al contrario de los defensores de la despenalización (que no del aborto mismo, en una de tantas interesadas confusiones), que sobre no tenerla, la razón, sólo defienden lo que defienden por "cruda ideología" (ni piensan ni sienten, vamos; eso, sólo los nuestros).

    Lo peor de la penalización absoluta no es ella misma ni algunos muy razonables argumentos que pueden apoyarla, sino la sectaria agresividad a que irresistiblemente parece inclinar a ciertos defensores. Pongo aquí enlace a una discusión anterior, donde se verán los (des)calificativos que puede llegar a recibir alguien, sólo por apoyar, respetuosamente y con datos, la postura que aquí se rechaza.

    http://trampolink.blogspot.com.es/2012/08/cuanto-honor-al-opus-dei.html#comment-form

    (Y, por cierto, me hace gracia que EGM, que precisamente en aquella vieja entrada decía literalmente: "Conociendo el liberalismo tradicional de los Joly, refractarios a la censura", cuando alguien le comunica que, según su personal experiencia, los comentarios sobre ciertos temas sensibles que no coinciden con la línea que el periódico defiende corren serio riesgo de no aparecer, conteste que "A lo mejor tengo un partidario anónimo en el puesto de aprobar o no los comentarios. A pesar de que no aprobarlos es contraproducente, me haría ilusión ese secreto amigo hasta el exceso". O sea, que la censura está mal si se refiere a sus propias ideas; si se refiere a las contrarias, es sólo una simpática muestra de amistad...).

    Que los buenos son los buenos, y los malos, sobre malos, tontos, violentos, crudamente ideológicos, y por supuesto merecedores de censura. Y si yo no acabo de comprenderlo, además de estar dando la razón a quienes eso dicen, pues peor para mí, claro. Con lo sencillo que es.

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  3. Por alusiones. No es demagogia. En la primera frase del segundo párrafo, me confieso partidario de la causa de la vida.

    Y en el segundo caso, me expliqué mal y pido disculpas. Quería decir a) que no creía en la censura de los Joly; b) y que de haberla sería contraproducente, pues el debate —como defiendo en este artículo precisamente— es muy beneficioso; y c) traté de rematar con una voluta y no conceder a mi anónimo comentarista la posibilidad de que existiera censura y traté de imaginarme el supuesto de un periodista que me apreciera y con un exceso de celo. No era probable, ni lo aprobaba, pero a mi fácil vanidad le hacía gracia.

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  4. En todo caso, lo que me parece mal (quiero dejarlo claro) no es que EGM sea partidario de la penalización absoluta (si es el caso, que no lo sé; no sé si, por ejemplo, se plantearía permitir el aborto en caso de violación, o de feto demostradamente inviable cuando la continuación del embarazo ponga en peligro la vida de la madre, como un caso hace poco en Irlanda). Es una postura enteramente respetable. Pero sí me disgusta lo que creo tendencia suya a presentar a los otros como necesariamente malos, o tontos, o las dos cosas.

    En la vieja discusión en este blog a la que copiaba enlace se mencionaba, si recuerdo bien, a Natalia Ginzburg. No sé si EGM cree de veras que la única razón por la que apoyó públicamente (y con su voto, como senadora) la despenalización en Italia era, como dice en el artículo, crudamente ideológica. Si es así, se equivoca.

    Por supuesto que quienes defienden la despenalización, con más o menos restricciones, pueden estar equivocados: es parte inevitable de la condición humana. Pero es falso y demagógico suponerlos a todos carentes, como dije, de sentimiento e inteligencia, y nutridos únicamente de "cruda ideología". Ginzburg no carecía de ellos; ni muchas otras personas que honestamente creen que la despenalización es defendible.

    Tampoco quienes defienden la penalización están libres de insultos y de violencia, aunque el artículo de a entender que eso sólo ocurre en la otra parte. En la misma discusión a la que copiaba enlace puede ver quien lo desee de qué parte estaban allí los insultos.

    En fin, yo vería con gusto que la militancia del autor en la que él llama "causa de la vida" no le llevase a ser injusto, y mucho me temo que demagógico, con quienes honestamente piensan de otra manera. Critique sus ideas todo lo que quiera; pero no simplifique ni haga demagogia hasta el punto de suponer, y afirmar, que sólo por "cruda ideología" pueden sostenerlas, como no verá que yo afirme nada parecido de quienes defienden la penalización. Natalia Ginzburg, y mucha gente que yo conozco, no eran o son así. Está en su derecho de criticarlos; no, pienso, en el de simplificarlos hasta la caricatura para poder descalificarlos en bloque.

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  5. Bien. Soy partidario de la penalización absoluta, como en los casos de homicidio, con las atenuantes y las eximentes que el Derecho Penal tiene ya articuladas.

    La ideología de la Ginzburg era el comunismo, y la considero bastante cruda, efectivamente. No valoraba a la persona por encima de todo, ni mucho menos. Sus argumentaciones a favor del aborto no me parecen, sin embargo, crudas, sino sentimentaloides. Nada de eso obsta para que la admire profundamente como persona y como escritora, gracias a la técnica de los compartimentos estancos.

    Digo en el artículo que los insultos son mutuos. Concretando mucho, aunque mi idea era generalizar: lo de "nazi" va por Arcadi y Óscar Puente, entre otros; lo de "tonto" por Fernández Díaz. Y digo que hacemos muy bien en insultarnos, si esa es la manera de tomarse en serio un asunto tan dramático.

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  6. Gonzalo, perdona que no haya contestado tus peros antes. Yo creo que no tenemos que tener el mínimo miedo al debate, y menos en este tema. Hay una responsabilidad que tenemos que asumir y que supone no dejarnos avasallar por las habilidades comunicativas del contrario.

    Con todo, te confesaré que mi mujer, con lo moderada que es ella, que lleva sangre —entre otras cosas— socialdemócrata pata negra, al leer mi artículo ha dicho que me ha visto "blandito".

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  7. Asumo, pues, que su convicción es que todo el que no defienda la penalización absoluta (no sé cómo puede articularse ahí lo del embarazo inviable que ponga en riesgo la vida de la madre, ni tampoco la violación con embarazo, que no me parecen supuestos aplicables al homicidio), no puede hacerlo más que por razones de "cruda ideología", y que por tanto, en cuanto no partidarios de dicha prohibición absoluta, carecen (al menos en este tema, no olvidemos los "compartimentos estancos", tan útiles) de sentimientos y de inteligencia.

    Eso, ciertamente y al menos por mi parte, termina la discusión. No podría hacer otra cosa, razonablemente, que contestar en términos similares, ya que se supone que no los poseo. Qué le vamos a hacer. Yo supongo que si fuera yo el que acusara a mi interlocutor de semejante cosa, no respondería en términos tan "blanditos"; pero es que ciertas discusiones me parecen inútiles.

    En efecto, ¿qué utilidad puede tener el discutir, al menos entre personas civilizadas, sobre una posible despenalización del homicidio? No veo yo la necesidad del debate que se propone, en un asunto tan obvio. Sería, desde mi amoral e intelectualmente limitado punto de vista, como discutir sobre si dos y dos son cuatro, o treinta y siete.

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  8. Bueno, cruda ideología o cegadora sentimentalidad, sí. Esos casos que usted plantea, extremos, podrían quizá beneficiarse de algún atenuante, pero lo que no tiene sentido, como usted comprenderá, es que permitamos solucionar el terrible drama de una violación, eliminando a un ser inocente. Me alegra mucho, sinceramente, ver que me entiende, al asumir la analogía con el homicidio, o con la simple aritmética.

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  9. Se equivoca. No asumo la analogía con el homicidio; asumo, copio y pego, que "su convicción es que todo el que no defienda la penalización absoluta... no puede hacerlo más que por razones de "cruda ideología", y que por tanto, en cuanto no partidarios de dicha prohibición absoluta, carecen... de sentimientos y de inteligencia".

    Por lo demás, podrá ver si lo desea en este enlace que hay gente (y encima jesuita, como el Papa, y profesor de Bioética) para quien sí tienen sentido algunas cosas a las que usted no se lo encuentra.

    http://elpais.com/elpais/2013/05/10/opinion/1368187525_881284.html

    Aunque me temo que sea inútil. Hay un dicho según el cual "de la discusión sale la luz". Luego es absurdo discutir cuando una parte está absolutamente convencida de poseer de antemano la totalidad de la luz, y de que la otra no tiene ni un átomo de ella, sólo oscuridad. El primero sólo podría con ello (ojalá no) entenebrecer esa luz indiscutible que ya posee. Cosa por su parte, naturalmente, no sólo inútil, sino absurda.

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  10. Perdone, no quise ofender. No decía que usted asumía la idea del asesinato, sino la mía, esto es, que para mí —por motivos científicos de peso y, además, por simple sentido común: deja unos meses y verás— es un homicidio. Y que gracias a esa asimilación entendería mejor mi postura. Pero veo que no. Bueno, pues seguimos igual.

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  11. Yo entiendo perfectamente, o eso creo, su postura, y desde luego (y como ya dije) la respeto al máximo. Me temo, sí, que eso no es recíproco, por parte de quienes piensan como usted, ya no sólo con respecto a mi insignificante persona, sino a cualquiera que disienta lo más mínimo de dicha postura, incluso (como en el ejemplo del jesuita que cité arriba) desde una perspectiva católica. Y eso, como ya dije, hace imposible e inútil toda discusión. Si para usted el asunto es del todo equiparable a "dos y dos son cuatro", ¿qué puede razonablemente discutirse?

    Por eso el título mismo de esta entrada, y el "debate" de que se hablaba también, me parecen a mí algo así como brindis al sol. Discutir, ¿qué? ¿si el homicidio debe despenalizarse, en todo o en parte? Nadie razonable pretenderá lo contrario; yo, desde luego, no.

    El problema es que, como podrá ver si lo desea en el artículo al que enlazaba, para mucha gente (desde una perspectiva católica, como en este caso, o desde otras perspectivas, que las hay) semejante equiparación es cosa muy dudosa, o directamente rechazable. Y la diferencia entre esta postura y la suya es que, en la primera, hay muchísimos matices sobre los que se puede discutir: legales, éticos o de pura conciencia individual. Pero desde su perspectiva queda vetada toda discusión: es así, el aborto es un crimen, sin matices, y no hay más que hablar (¿quién que sea razonable, repito, va a hablar en defensa del crimen?).

    A mí no me ofende esa postura; me parece, eso sí, excluyente. De la gran mayoría de la gente, incluyendo por cierto a la de los católicos, que, como en aquella vieja discusión se mostraba mediante una estadística publicada en aquellos días, rechazaban la reforma propuesta por Gallardón. Yo dicto y tú callas, que para eso tengo toda la razón. Una postura que no es que me ofenda (cada cual puede honestamente pensar como desee), sino que, repito, hace imposible toda discusión. Y en ésas estamos.

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  12. Me parece muy interesante su último comentario. Gracias. Espero no haber hecho un brindis al sol al animar al debate desde una postura de máximos (máximo respeto por la vida humana), y, sin embargo, le reconozco con gusto que tiene razón en que dejo poco espacio a ser convencido. Creo que el debate es posible cuando uno tiene muy clara su postura. Lo contrario haría que sólo pudiese entrar a debatir quien duda o en temas en los que no hay creencias o convencimientos firmes. En realidad, se puede debatir con el ánimo de convencer a la otra parte o de convencer al que observa el debate. Y aceptar las reglas del juego, esto es, la de no convencer al observador que hace de árbitro implícito y reconocer que se perdió la discusión. Hay margen, pues, para debatir desde la certeza: no seré convencido pero puedo ser vencido.

    Con todo, yo estoy dispuesto a aceptar que el aborto no es un homicidio si se me demuestran dos cosas. En el plano científico, que no es un ser humano irrepetible el embrión y luego el feto. En el plano filosófico existencial, que no es un bien mayor no interrumpir su desarrollo, articulando todas las medidas de apoyo posibles. Conocer madres e hijos que estuvieron a un tris de abortar o de ser abortados es una experiencia fascinante, maravillosa.

    Y en ésas estamos.

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  13. No, no veo yo que "haya margen para debatir desde la certeza". Volviendo al ejemplo de que dos y dos son cuatro, ¿qué cabe, razonablemente, debatir o vencer ahí? Respecto a lo otro, a la "demostración" que pide, es cosa (al menos para mis pocas fuerzas) demasiado larga y laboriosa para que tenga sentido intentarla siquiera aquí. Con todo, le remito, por si no lo hubiera leído, al artículo al que enlazaba, y en el que puede leer por ejemplo que

    "En vez de hablar de protección de la vida en general, tendremos presente la distinción entre materia viva de la especie humana (el blastocisto antes de la anidación) y una vida humana individual (el feto, más allá de la octava semana)".

    O también que

    "un feto anencefálico carece del mínimo neurológico-estructural como soporte para formar una persona, desde respirar autónomamente hasta capacitarse para actos estrictamente humanos. Si hay razones para no interrumpir su alumbramiento, no será por considerarlo realidad humana personal. Su aborto no es comparable a matar un ser humano. Un feto con una malformación incompatible con la vida extrauterina (por ejemplo, agenesia renal irremediable) tampoco sobrevivirá".

    Eso, por lo que respecta a la idea de que, le cito, "es un ser humano irrepetible el embrión, y luego el feto". Respecto a la otra, la de que sea o no "un bien mayor no interrumpir su desarrollo, articulando todas las medidas de apoyo posibles" (y aparte de la cita anterior, que también me parece de aplicación aquí), esto:

    "Ni se puede lanzar la acusación de antivida a quienes optaron dolorosamente por un mal menor en situación de conflicto, ni es necesariamente provida la postura que impone por motivaciones ideológicas la opción contraria".

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  14. Citaba yo, en una intervención anterior, el caso producido no hace mucho tiempo en Irlanda, en que se obligó a una embarazada a no abortar un feto que las pruebas previas habían demostrado inviable. Pongo al final enlace a un artículo sobre el tema, pero copio aquí algún párrafo especialmente significativo:

    "Tras examinarla, los médicos les dijeron que “el cuello del útero estaba completamente dilatado, que perdía líquido amniótico y que, por desgracia, el bebé no podría sobrevivir”, ha explicado Praveen Halappanavar al diario The Irish Times. Iba a tener un parto espontáneo y el feto tenía solo 17 semanas de gestación. Fue entonces cuando por primera vez le negaron el aborto “porque el corazón del feto está latiendo”.

    "“Esa noche empezó a tener temblores y escalofríos y a vomitar. Fue al lavabo y se desmayó. Se encendieron todas las alarmas y los doctores empezaron a sacarle sangre y a darle antibióticos. A la mañana siguiente les dije que ella estaba tan enferma que tenían que acabar con aquello, pero volvieron a decir que no podían”, continúa.

    "A mediodía, el corazón del feto dejó de latir y por fin abrieron la matriz de Savita. “Cuando salió del quirófano podía hablar, pero estaba muy enferma. Es la última vez que hablé con ella”. Aquella noche le llamaron del hospital para decirle que estaba en estado crítico y la habían sedado. En la noche del sábado al domingo 28 de octubre, falleció".

    Yo no pretendo "demostrar" nada; me parecería inútilmente vanidoso. Sólo señalar que hay casos (éste me parece un buen ejemplo) en que me resulta claro que es, en efecto, "un bien mayor" interrumpir un embarazo.

    Y éste es el artículo:

    http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/11/14/actualidad/1352919338_098702.html

    Y, en fin, mi respuesta a las cuestiones que plantea es que, tal como sostiene el autor del primer artículo que citaba, creo que no siempre ni necesariamente "el embrión es un ser humano"; y que no siempre ni necesariamente "es un bien mayor no interrumpir su desarrollo". He aquí una base sobre la que, en efecto, se podría discutir. Sobre la que usted plantea, en cambio, no veo yo la manera. Si dos y dos son cuatro, y nadie razonable puede dudar de que lo son, entonces no hay más que hablar al respecto.

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  15. Creo que hay matices posibles, sin renunciar al hecho de que el código genético es el de un ser humano desde el primer momento de la concepción. Ya he hablado de los atenuantes y de las eximentes, incluso, tan bien articulados por el Derecho y tan justos y equitativos en su caso. Y en alguno de los supuestos que usted cita quizá cabría adaptar una especie de eutanasia pasiva. Lo que no parece de recibo es arrojar un caso extremo —como si no lo hubiese de mujeres que mueren mientras las someten a un aborto— para clamar por la legalización, ni tampoco usar casos concretos y contados para apoyar una barra libre abortista.

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  16. Leo ahora ambas respuestas, la de esta entrada y la de la más reciente. Yo no pretendo "arrojar" (?) casos extremos, sólo ejemplificar por qué, en mi opinión, la penalización absoluta que aquí se defiende no es siempre ni necesariamente, como ya dije, la mejor solución. Expliqué también mi convicción de la inaplicabilidad de las atenuantes o eximentes en los casos de homicidio a los supuestos de que aquí se hablaba; habría, en todo caso, que crear otras que puedan cubrirlos.

    Pero más me llama la atención el lenguaje, que para alguien como EGM, excelente escritor, no puede, creo, pasar inadvertido ni ser casual. He comprobado ya (leyendo, por ejemplo, la vieja entrada a que enlazaba) la tendencia que no pocos habituales de este blog tienen no a discutir con quien tiene ideas distintas (cosa tan legítima como necesaria) sino a dispararse inmediatamente a la denigración del adversario, a presentarlo en lo que comentan no como alguien que razonablemente trata de entender y entenderse, sino como una especie de muñeco de pim-pam-pum al que está muy bien visto, y será convenientemente jaleado por la parroquia, arrojarle todo lo que se tenga a mano, sin miedo a incurrir en el insulto o en lo que toque.

    Yo creía que EGM no era así. Pero le hago observar que el jesuita al que me refería habla de, vuelvo a citarlo, "quienes optaron dolorosamente por un mal menor en situación de conflicto". La diferencia entre ese lenguaje y su "barra libre" o sus "puercos" es que él trata de comprender al otro, mientras que EGM sólo trata de denigrarlo.

    No, equivocado amigo, el aborto no es la fiesta que sugiere su "barra libre", sino una decisión dolorosa y difícil para quien se ve enfrentado a ella, como dicho jesuita comprende y usted se niega a comprender; y quienes defienden la despenalización, con más o menos limitaciones, no tienen por ello por qué ser "puercos", sino personas que (como el jesuita en cuestión) tienen opciones distintas de la suya, ante una cuestión compleja y nada fácil. Pero es que dicho jesuita muestra hacia esas personas a las que usted tan alegremente satiriza o denigra algo que San Pablo consideraba, como usted sabe, lo esencial: caridad (llámelo, si lo prefiere, comprensión, o solidaridad humana, o afecto, o como guste). Algo que yo echo de menos en su respuesta, referida a personas que, como él comprende y usted no, se ven enfrentadas a una decisión dolorosa y difícil.

    No verá que yo, aunque disienta de usted en este asunto, satirice sus ideas (respetabilísimas) o denigre a quien las sostiene. Si usted está seguro de poder decir lo mismo de su propia actitud..., repásela: se equivoca.

    Hacen mal quienes, como usted aquí (no otras veces, y le felicito por ello), no saben resistir a la tentación de denigrar al adversario. No es ése el camino para entenderse. Y, le guste o no, esos adversarios son sus compatriotas, gente con la que vive y tendrá que vivir. Critíquelos todo lo que quiera; pero concédales el mismo respeto que supongo espera para usted y para quienes comparten su postura, y al que a mí no me verá faltar. Porque yo sí respeto a quienes no piensan como yo; no creo que "arrojen" sus muy respetables ideas o ejemplos (aunque estén tan mal traídos como el de las mujeres que mueren al someterse a un aborto, cuando está más que demostrado -y puedo darle al respecto las cifras que desee- que esos tristes casos no sólo no disminuyen, sino aumentan gravemente, con la prohibición), ni que por sostenerlas o presentarlos estén pidiendo una "barra libre" de abortos clandestinos y sin las mínimas garantías sanitarias, ni que reconocer el valor o la dignidad personales de quienes las defienden, aunque al hacerlo estén de hecho asumiendo u olvidando esas consecuencias trágicas, sea "echar perlas..." y lo demás que usted dice y yo no repito. Como decía aquel humorista, un poquito de por favor. Que usted puede, y nunca sobra.

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  17. Siguiendo su consejo, he repasado mis contestaciones. Bien, uno lee la palabra "cerdos" ¿o es la palabra "perlas"? y se pone nervioso, pero no era mi intención, hablando del valor. Por ejemplo, ¿es admirable el valor de un miembro de las SS o de Jemer Rojo? No serían perlas de valentía echadas a una ideología asesina? Creo que a quien debo uno excusa más bien es a los cerdos.

    No veo por qué no se pueden aplicar las eximentes y las atenuantes a los casos extremos en vez de aprobar una ley que se convirtió, vuelvo a sentirlo si le ofendo, pero están los datos ahí, en una barra libre.

    Y puede que efectivamente haya sido poco caritativo con las personas que se sienten empujadas —fundamentalmente por una sociedad abortista que ve más cómodo no buscar otros apoyos ni otras soluciones—, pero le aseguro que prefiero, puestos a elegir, ser caritativo con la parte más débil, que es la destrozada o eliminada.

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  18. Bien; dejaremos aquí el tema, con mi convicción de que la propuesta de "discutir" era eso, un brindis al sol. Podía usted (nada le hubiera costado, ni siquiera el ceder un ápice en sus monolíticas convicciones) haberse disculpado por un tono que en nada, como decía, se parece al del jesuita de mi ejemplo; pero ha preferido aún, con eso de las disculpas "a los cerdos", remachar todavía sus malos modos. Lo siento por usted. En la otra entrada, un interviniente al que desconozco habla de la necesidad, no sólo de tener razón, sino de no perderla en el camino. Como usted comprenderá, mis propias opiniones no son las suyas. ¿Me ha visto en algún momento sugerir algo como lo de pedir disculpas "a los cerdos", o las demás intemperancias que le reprochaba en la entrada anterior? ¿No comprende que se puede incluso tener razón, o no tenerla, sin por ello perder las formas, ni el respeto a quien no ha cometido otra inconveniencia que la de no coincidir con sus propias opiniones? En cualquier lugar de Europa hay gente de una y de otra opinión; y quienes entre ellos son civilizados no olvidan el viejo principio o deseo inglés de "cenar constantemente con la oposición", es decir, de intentar no olvidar nunca que quien piensa distinto es ciertamente un rival, pero no un enemigo, y que en un país adulto puede y hasta debe ser más: un colaborador en una empresa común, aun por encima de esas diferencias. Usted (pobres cerdos) prefiere verlo de otra manera. Lo siento, y no por mí precisamente. O también; que ese barco, el de este triste país donde tanta gente prefiere a dar la mano morder la que se le tiende, es también el mío.

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  19. Cada uno se ofende de lo que le pica, y a mí, que diga que mi invitación a discutir era un brindis al sol, cuando llevamos ya un montón de días haciéndolo, me pica, lo confieso. Sobre todo porque yo no miento, y porque, si recuerda, en mi artículo mi invitación no era a una discusión edulcorada donde se cediera proporcionalmente, sino literalmente a destrozarnos dialécticamente. Puede que eso no le guste (a mí, por talante, tampoco demasiado) pero no podrá decir que falté a la invitación de mi artículo.

    No sé si usted cenaría con un valeroso comandante de las SS, pero como ése no es el caso ni suyo ni mío, me confieso dispuesto a cenar con usted a la mínima ocasión. Seguro que encontramos temas de conversación menos sangrantes. O si lo prefiere, seguiremos hablando de la despenalización del aborto y su condición de derecho, pero entonces sangraremos, aunque sólo sea —en nuestro afortunado caso— dialécticamente.

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  20. Sobre cualquier tema se puede discutir, entre personas civilizadas, sin faltarse al respeto. Le ponía el ejemplo del viejo principio inglés. ¿Piensa acaso que no hay allí, e incluso dentro del Parlamento, gente totalmente opuesta a la despenalización, y gente que la admite con más o menos matices? Y, sin embargo, tienen que convivir y lo hacen. Admirablemente, en mi opinión. Porque existe allí, y en general en las democracias asentadas y que funcionan, la tendencia a buscar los posibles puntos de coincidencia, que siempre existen.

    Respecto a los comandantes de las SS, supongo que no habrá ninguno en el Parlamento inglés; pero si lo hubiera, legitimado como estaría para hallarse en él por quienes lo hubieran votado, yo, de estar también en él, no le negaría en principio un asiento en mi mesa. Los habría, supongo, que no estuvieran personalmente implicados en las atrocidades nazis; y aun en el caso de estarlo, a estas alturas se supone que habría saldado sus posibles deudas con la justicia humana. De la otra no soy yo lo bastante soberbio para creerme portador, ni aun intérprete. Puede, eso sí (porque a veces los votantes se equivocan muchísimo) que fuese personalmente un monstruo y se jactase de serlo; en ese caso no le invitaría, pero por su condición personal de monstruo, no por la general de comandante de las SS, entre los que, me imagino, los habría humanamente muy distintos.

    En todo caso, más que ese rarísimo caso puntual me importa la voluntad de entenderse con el otro, por muy distinto que sea de nosotros en personalidad y en talante, en lugar de hacer de la propia convicción bandera y poner por delante de todo el "por ahí no paso". Lo que no equivale a renunciar a los propios principios, sino a recordar (e intentar poner en práctica) aquello de Cernuda, "tolerante de lealtad contraria / según la tradición generosa de Cervantes". Sobre esa base se puede construir una convivencia y un país, o al menos intentarlo; sobre la otra, es difícil llegar a más sitios que a aquella pintura de Goya del duelo a garrotazos.

    Brutos podemos ser todos, yo incluido, aunque no sin daño mutuo; intentar comprender al otro, ver lo que nos acerca, saber que, como dije, estamos en una empresa común, es más difícil y también más oscuro, pero más valioso (y meritorio). Y eso se ve incluso en nuestra clase política, tan propensa al "y tú más" y a negar, incluso en estos momentos (para cuándo lo dejarán entonces) toda colaboración efectiva al otro, uno porque está en la oposición, y otro porque no quiere acordarse de que exactamente lo mismo hizo cuando estuvo. Gobernar, o convivir, no es eso: es exactamente lo contrario.

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