Ha sido sin querer, pero también en mis artículos de hoy, Gerardo Diego tiene que compartir el sitio, como en su premio Nacional, como en su Cervantes. Esta vez con un señor de un boli.
Esa lección que ahora nosotros nos empeñamos en enseñar en la playa a nuestros hijos de compartir (la pala, el cubo, las patatas, el espacio en la toalla...) la aprendió bien él. ¿Desde sus veranos santanderinos?
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