José Bono, que no tiene un pelo de tonto, aunque se lo haga, como tantas otras cosas, ha propuesto por patriotismo, dice, un Gobierno de concentración contra la crisis. La propuesta no resulta creíble a estas alturas, pero a Bono qué le importa. Él siempre va con segundas intenciones. O con terceras. Mario Quintana nos advierte: “Los que vienen con segundas intenciones no consiguen engañar a nadie. Están en la cara… El verdadero peligro –porque es invisible– está en los que traen terceras intenciones”. La segunda intención de Bono es, en efecto, evidente: posar como el único socialista capaz de tender la mano a la derecha, con altura de miras y que propone algo.
Para hallar sus terceras intenciones tendremos que desmontar su propuesta por partes. Primero, el patriotismo. La famosa frase de Samuel Johnson de que el patriotismo es el último refugio del sinvergüenza, que nos ha costado a veces entender, parece pensada ex profeso para él. Bien que ordenó como ministro de Defensa que quitasen de la Escuela de Suboficiales de Talarn (Lérida) el lema “A España servir hasta morir” y no movió un dedo contra la proliferación de naciones estatutarias por todas las esquinas de la vieja España.
Luego está la democracia. ¿Cómo queda ésta si, ante un problema grave, la solución es abolir uno de sus fundamentos básicos: la existencia de oposición? Tampoco habla a favor del parlamentarismo, pues da a entender que nadie votaría nunca a favor de una medida sensata de un Gobierno si no posee asientos en el Consejo de Ministros. Lord Chesterfield pensaba igual cuando aconsejó a su hijo que en la Cámara de los Comunes escuchase a la oposición y compartiese, incluso, sus puntos de vista, pero que votase en contra.
Puestos a pedir un Gobierno de concentración, sería más sensato concentrar los 17 gobiernos autonómicos en el de todos los españoles. Cuántos sueldos ahorraríamos, se evitarían duplicidades, se restauraría la unidad de mercado, habría una gestión coherente… Pero eso no lo pide Bono porque sería lo mejor, pero supondría una pérdida de poder y de puestos a repartir entre los partidos.
Pide, en cambio algo, inviable ante la proximidad de las generales. ¿Por qué? Porque lo hace con terceras intenciones y en clave de lucha dentro de su propio partido, que es lo que motiva a los políticos. Trata de cogerle la espalda a Rubalcaba. Cuenta con la derrota del PSOE y se posiciona para asumir el liderazgo entonces. Con la victoria del PP y con el peso de la culpa de la crisis sobre los diputados socialistas, la única salida para ellos sería un líder dialogante, que se ponga la máscara del patriotismo y colabore con Rajoy. Bono se considera perfecto para ese papel, y confía en que, con la falta de atractivo de Rajoy, con el desgaste del poder en tiempos de crisis y con su indiscutible populismo, podrá darle la vuelta a la tortilla en una legislatura.
Muy bien visto, Menos mal que ayer tuvisteis en el Puerto una gran tarde de toros, según mis noticias.
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