viernes, 9 de abril de 2010

Una de d'Ors

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Proust soñaba con periódicos que publicasen diariamente un pensamiento de Pascal. Hace años, con el mismo espíritu, Rafa Cobo y yo quisimos fichar a Miguel d’Ors. Pero el poeta se negó tajantemente, alegando que el columnismo no era lo suyo. Ahora, leyendo su libro Más virutas de taller (Los papeles del sitio, Sevilla, 2010), veo que nos engañó como a chinos. O no, porque nosotros seguimos pensando que hubiese sido un fichaje magnífico. Lo demuestra con creces en este libro de glosas a menudo literarias, pero otras muchas veces escritas al hilo de la actualidad. Y para resarcirme de aquella negativa recogeré aquí varias de sus ideas. No conseguimos que escribiese columnas, pero al menos ésta mía será una de d’Ors.

Por poner un ejemplo literario y a la vez con mucha mordiente periodística, véase la crítica a vuelapluma que le clava a un poemario del requetepremiado Caballero Bonald: “¿No tiene un aire progre conmovedor esto de titular un libro Manual de infractores? Las nociones de infracción y manual son bastante incompatibles, digo yo. Enlazarlas a mí me suena a ‘Venid, queridos niños, sentaos, guardad silencio y escuchadme atentamente, que voy a enseñaros a desobedecer’” (p. 235).

También se atreve con la política: “Democracia, democracia, cuántas oligarquías se forman en tu nombre” (p. 141). Pero d’Ors no sólo critica, también admira: “Entrevistan en la televisión a Juan (o Joan) Manuel Serrat: ‘—¿En qué lengua prefieres cantar, en catalán o en castellano?’ ‘—En la que me prohíban más’, responde Serrat. Un aplauso para él” (p. 242). Su postura, además de en el espléndido prólogo, se resume en esta reflexión: “Qué lugar tan extraño: todos son inconformistas, heterodoxos y transgresores menos yo” (p. 265).

Y su visión de la modernidad se condensa en un aforismo especular (y espectacular): “Mundo actual: como en los espejos del Callejón del Gato, sólo aparecen con buena figura los que son deformes” (p. 225). Pero se me acaba el espacio, ay. Esta sí hubiese sido una razón para aquella negativa de Miguel d’Ors: una columna se le queda corta. Para leerle bien, el libro.

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