domingo, 23 de agosto de 2009

El aire se ennegrece

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A partir de este domingo, las noches se nos echan encima. Las tardes eternas y deslumbrantes de julio empiezan a formar parte de la nostalgia de otro verano que se queda a la espalda. Ya venían acortándose los días, pero no nos habíamos dado cuenta hasta ahora. El tiempo, que sabe pasar al principio imperceptiblemente, nos acaba cogiendo por sorpresa. “L’aria s’imbruna”, escribió Giacomo Leopardi con esa sonoridad intraducible del italiano: se ennegrece el aire, y eso es lo que, para nuestro asombro y melancolía, ocurre a partir de finales de agosto cada tarde, y cada tarde, antes.

Y más negro que se va a poner el aire, no sólo por las largas noches de noviembre y diciembre y enero, sino por el ambiente general. Hay un dato pequeño, pero significativo, que no debemos pasar por alto: la moda de la novela negra. Cuando preguntan a los famosos, a los políticos y a los periodistas qué han estado leyendo durante las vacaciones, se da uno cuenta del éxito apabullante de la novela negra, que roza la categoría de fenómeno de masas. Hay de todo, desde la explosión del bidón de gasolina con esa chica anexa a la que le gustaba encender cerillas hasta las indispensables —dicen— novelas del siciliano Leonardo Sciascia. De todo, pero todo negro.

Resulta desasosegante esta monomanía monocromática por lo criminal, lo sórdido y lo oculto si tenemos en cuenta que “somos lo que leemos”, según Luis Alberto de Cuenca, o que “leemos lo que somos”, como le matiza Julio Martínez Mesanza. Para el caso que nos ocupa, las dos teorías forman un solo círculo vicioso. Se llega al extremo de que escritores tan polifacéticos y profundos como Dorothy L. Sayers y G. K. Chesterton sean conocidos por sus personajes detectivescos Lord Wensley y el padre Brown, y apenas por nada más.

Mirando alrededor, no les falta razón ni a De Cuenca ni a Martínez Mesanza. Seríamos de otra manera si leyésemos más novelas románticas. O más filosofía, o más historia. Pero no, y España va cogiendo un aire de novela negra que mete miedo. Se habla mucho de la judicialización de la vida pública, pero en realidad, la vida pública “s’imbruna”. Tenemos intrigas, conspiraciones, traiciones, tramas ocultas, reales o supuestas, políticos esposados, el caso Gürtel, filtraciones anónimas a la prensa, denuncias por escuchas ilegales, exhumación de cadáveres de la guerra civil, doce sombras sin piedad, perdón, sin prisa, en el Tribunal Constitucional, encarnizadas luchas por el poder mediático, etc. Y el caso del 11-M, que sigue latente, con tantas zonas tenebrosas por aclarar.

Esta semana se la toma agosto para ir cerrando el chiringuito. El aire se ennegrece para ponerse a tono con unas vacaciones que se extinguen, pero también, quizá, como un adelanto del otoño que nos espera. (Yo, sin embargo, como me he pasado el verano leyendo las comedias de Shakespeare, le pongo al mal tiempo buena cara.)
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