domingo, 7 de junio de 2009

Jornada de flexión

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Hoy, que ustedes leen este artículo, es la jornada electoral; o medio electoral, porque la abstención ganará por mayoría. Hoy, que yo lo escribo, es sábado, jornada de reflexión, aunque sería mejor llamarla jornada de flexión. Literalmente, porque tendremos que hacer una flexión de abdominales, levantarnos del sofá y acercarnos, dando un paseito, al colegio electoral. Pero también en metáfora es la jornada de flexión: por primera vez en toda la campaña, habida cuenta de la poca reflexión que hemos ejercido hasta ahora —poca o ninguna—, como ya toca votar, habrá que pensar algo sobre el posible sentido de nuestro voto. No re-flexionaremos, flexionaremos, de golpe.

¿Qué ha ocurrido para que hayamos visto pasar por delante todas estas semanas de eslóganes y carteles sin fijarnos apenas y sin un solo estremecimiento de emoción? Bastantes cosas. Si algo ha conseguido dejar claro esta campaña es que lo de menos es Europa. El cabeza de lista del PP ha centrado su mensaje en que lo importante es echar al presidente Zapatero, o sea, un mensaje en clave interna. Y en el PSOE se han dedicado a lo que hacen mejor: a atacar al PP, sobre todo, a Aznar. El guión, por consabido, aburre a las ovejas.

Aunque, por otra parte, se les agradece la sinceridad o —no exageremos— la semi-sinceridad. Las políticas de Europa las deciden los gobiernos nacionales, no un estratosférico parlamento de Estrasburgo. Estas elecciones, por tanto, tienen una relevancia muy relativa, y eso sólo si somos muy voluntariosos y europeístas. De hecho, en el PP se las plantean todavía más en clave interna de lo que proclaman. Si Mayor Oreja logra evitar la derrota, se cerraría el debate sobre el liderazgo de Rajoy, tan discutido (¿recuerdan?) antes de que la victoria de Feijoo en las gallegas le abriese un paréntesis. En el PSOE se temen que un PP galopando sobre la crisis galopante y espoleado por una pequeña ventaja electoral pueda hacer una oposición más vigorosa. Y eso es todo, amigos.

Excepción hecha, por supuesto, de los candidatos, que si logran su puestecillo de eurodiputados cobrarán, entre salarios y dietas, unos 17.000 euros de media al mes. Normal que se les haya visto tan animosos y excitados en los mítines, en medio de la enorme indiferencia general. Y quizá por esa indiferencia general ellos habrán chillado aún más, por si llamaban un poco la atención. Puede que también para no dejar ni un decibelio libre ni un minuto en las noticias a los partidos chiquititos, que gracias a la circunscripción única tienen en las europeas la esperanza de sacar cabeza.

En fin, este es el panorama. Desde luego, muy emocionante no resulta, pero es lo que hay, para qué nos vamos a engañar. Como lo que piden los ritos cívicos y la retórica del día es que yo les anime a acudir a las urnas: vamos, ánimo. Hagan su flexión y estiren un rato las piernas. ¡Es la fiesta de la democracia!

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