miércoles, 4 de diciembre de 2013

Hogar, durísimo hogar



La familia resiste como nada. 


3 comentarios:

  1. Toca usted un tema delicado pero lo hace con la sensibilidad suficiente como para llegar a nuestro corazón. He tenido la suerte de ser voluntario de la Pastoral Penitenciaria de mi diócesis durante años y trabajar codo con codo con los padres Mercedarios. Es el de la prisión un mundo triste, donde uno puede ver de cerca el rostro de los que sufren. Bien es cierto que la mayoría de los internos con los que a lo largo de los años traté no eran terroristas ni asesinos ni violadores, sino delincuentes comunes cuya biografía parecía también común: barrios marginales, familias desestructuradas, drogodependencia... Y pude ver también a esas madres que, semana a semana, iban a ver a sus hijos a pesar de todo y precisamente por todo. Recuerdo las palabras que un padre Mercedario nos decía siempre: no estamos aquí para juzgar, sino para ayudar. Muchas gracias por hablar de un tema al que muy pocos prestan atención en el sentido que usted lo ha hecho. Un afectuoso saludo en este tiempo de Adviento, tan propicio para la esperanza.

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  2. Su comentario me ha alegrado la mañana, y eso también es visitar, si me perdona la frivolidad, al preso de sus dudas. Mil gracias.

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  3. Por cierto, que es usted muy generoso conmigo. Podría protestar de que además de las familiar allí estaban los mercedarios, la pastoral penitenciaria y los voluntarios. Pensé en ustedes, por supuesto, pero se me iba el artículo y, al fin y al cabo, también son familia.

    Gracias, por tanto, por lo que dijo y por lo que calla y, más que nada, por lo que hizo.

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