Para colmo, en el sobrecito donde me dieron la llave, avisaban: "Atención: El uso de este producto puede causar estados de satisfacción, extrema relajación y deseos de volver". Una ironía, visto lo visto.
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NO-BLOGG
Curiosa idea la que tiene el autor del infierno. La situación que describe es incómoda y triste; el infierno, caso de existir, no se dejaría describir con adjetivos tan livianos. De veras, si uno tuviera la seguridad de que el infierno sólo es un sitio incómodo y triste, donde una pareja al otro lado de la pared se ama y se denuesta durante unas horas, impidiéndonos conciliar el sueño..., pensaría que el prestigio (o el desprestigio) de semejante lugar es francamente exagerado.
ResponderEliminarTodas nuestras ideas del infierno son curiosas y, por suerte, especulativas. La mía, que tal vez no haya sido capaz de reflejar en el artículo, es la de un lugar donde falta el amor. Eso (ese vacío) fue lo que sentí en la habitación de al lado, con un vértigo creciente. Mi incomodidad era lo de menos.
ResponderEliminarAunque me parece que entendí tu intención, Enrique, no he podido evitar el partirme de risa, y eso que no he leído el texto de Moratín. Misterioso efecto de la escritura que convierte en diversión y alegría lo que se ha vivido como un infierno.
ResponderEliminarLa confusión y la ausencia de sentido del humor sí que pertenecen al infierno.
ResponderEliminarPor cierto: ¿le convencieron mis razones para leer libros de aventuras en verano?.
Quede usted con Dios.
No sólo me convencieron sus razones sino que les saqué jugo crítico: a Madrid (y su noche negra) fui a conferenciar sobre M. d'O. y allí hablé de la importancia de sus lecturas de aventuras para entender su poesía. Le debo otra, GdL.
ResponderEliminarEl efecto "Purgatorio" de la literatura, querido Javier, que es una bendición. Gracias por tu risa.
Es verdad. La descripción de la noche toledana pasada por usted es digna de Wodehouse.
ResponderEliminarY muchas gracias por sus escritos. Le debo horas muy gratas.
Hasta septiembre si Dios quiere.