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Mi mujer me ha pegado un buen viaje; quiero decir, me lo ha pagado, y ya no tengo escapatoria. Por mi cuarenta cumpleaños, como si yo no tuviera suficiente, me hizo el regalo de un viaje a Sicilia. Podía haberme pegado una fiesta sorpresa, así que no me quejo; pero las razones por las que tampoco me gusta viajar son muy numerosas y las había explicado en varios artículos, que me pareció que ella leía con enorme interés.
Como no le voy a pedir a usted más memoria que a mi mujer, haré un apretado resumen. Viajar nos pone pinta de turistas y lo vemos todo con el ojo tuerto de las cámaras de fotos. Las maletas son pesadísimas, pero cuando se deshacen se revelan insuficientes. Luego, si el lugar no me gusta, pues no me gusta. Y si me gusta —lo que pasará en Sicilia— es peor: me angustia la sensación de pasar resbalando, de ser una piedra impermeable, más piedra que la de los monumentos. Si me cuesta arrancar, más tarde me cuesta arrancarme, y sufro de ida y de vuelta.
Hay otro horror. Admiro a fray Luis de León, entre otras muchas cosas, por descubrir que el estado ideal del hombre es no ser envidioso —lo que, habida cuenta de lo mal que lo pasa el que envidia, es obvio—; ni envidiado —lo que, habida cuenta de lo que a muchos les gusta despertar el gusanillo, es un hallazgo capital—. Ahora yo me encuentro envidiado por amigos, conocidos y saludados: “Qué envidia de viaje”, me repiten; y, sobre todo, me encuentro envidiándoles la paz, el ahorro, las horas de lectura y de sillón. O sea, que mi caso es milimétricamente el contrario a lo propuesto por fray Luis como el culmen de la vita beata.
Por otra parte y para decirlo todo, no me queda el consuelo de la escapada romántica, que dicen. A nosotros sólo podrían quitarnos intimidad nuestros dos perros, pero ellos se pasan el día ladrando en la valla del vecino. Vivimos, por tanto, en una permanente escapada romántica. Y como en casa no se escapa uno en ningún sitio.
Para colmo, el National Geographic, los vuelos chárter y el Google Earth han devastado la literatura de viajes. Si volviese de Sicilia con tres o cuatro artículos estupendos, el trasiego merecería la pena. Pero ¿quién los va a leer si una imagen cuesta menos esfuerzo que quinientas palabras y cualquiera puede ver las mejores fotografías en internet al módico precio de un click?
Algunos buenos amigos, quizá como una venganza de su envidia, me aseguran que me va a venir de miedo el viaje, ver mundo, salir de casa, airearme… Como han sido varios y desconocidos entre sí, descarto el complot. Al menos necesito ir a Sicilia para desvelar qué me quieren decir. Será un oportuno toque de novela negra. Si descubro algo, lo contaré el miércoles. Mientras tanto, me resigno, porque el regalo que me hizo mi mujer le hace muchísima ilusión. Este artículo no se la chafará, descuiden, si lo lee con la misma atención con que leyó los anteriores.
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Mira que si lo lee con otro tipo de atención...
ResponderEliminar[...] Tú has disfrutado de tu viaje, enviviado y envidioso; J. y yo tambien hemos disfrutado de unos días en la casa vecina de la descansada vida del que huye del mundanal ruido,.. y del perro el ladrido,- que tambien diría Fray Luis de haber conocido a tus perros-, que no solo ladran en la valla del vecino, sino que con una estrategia digna de ingenieros zapadores,-y desde luego de mejor causa-, cavan tuneles mejores que los de La Maleni. Alguna vez he visto al perro más pequeño cavando, !!desde mi casa a la tuya!!!, sin duda para mejorar el acceso [...]
ResponderEliminarDe desagradecidos está el mundo lleno, o Dios da pañuelo al que no tiene mocos. Espero que a pesar de todo hayas disfrutado.
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