¡Qué hermosura, Enrique! Ese comentario de Pla ya lo sentí yo mismo allá por la Expo92. Antes del espectáculo de luz y sonido, proyectaban en la fachada del Pabellón de España una salamanquesa. Entonces, aparte del tipismo, me di cuenta de que cuando se extinguieran, aunque no nos hubiéramos enterado, sentiríamos que algo fallaría, que no estaría el verano completo sin ver paredes iluminadas con una farola, mosquitos y salamanquesas. Yo he visto luciérnagas en el pueblo de mi padre, Ventosa de la Sierra (Soria), y comparto lo que contáis, Dante y tú, de los goces paradisíacos.
Qué favor te debo, JuanMa. No había caído yo en las salamanquesas, ese broche que Dios le ha puesto a la pared, como dijo alguien, y qué necesarias son, efectivamente, para un verano completo. Las noches de este verano las miraré con otros ojos. Gracias.
Desde el 92, cuando veo una salamanquesa respiro con cierto alivio: todavía seguimos dando vueltas alrededor del Sol. Incluso cuando se repite la inquina que le tienen las mujeres de mi casa (mi madre y mi hermana), cumpliéndose aquella profecía de la enemistad entre la Mujer y la serpiente (el Génesis habla de los linajes respectivos, pero a mí, en vez de molestarme las lagartijas, me gustan como vecinas).
Con ojos de alivio las miro yo, viendo que siguen ahí. Las mujeres de mi casa, mi madre y mi hermana, no quieren ni saber que estén cerca, aunque no las vean (¿será la enemistad que dice el Génesis entre la mujer y la serpiente?).
Recuerdo los veranos de niña; el oscurecer buscando entre plantas sombreadas, esas pequeñas lucecitas. Objetivo: intentar recoger su magia en un frasco. Al acercarnos reducian su luz, hasta desaparecer. Y volver a lucirse al alejarnos
Este artículo ha rescatado del barullo de mi memoria este recuerdo casi olvidado Muchas y luminosas gracias
¡Qué hermosura, Enrique!
ResponderEliminarEse comentario de Pla ya lo sentí yo mismo allá por la Expo92. Antes del espectáculo de luz y sonido, proyectaban en la fachada del Pabellón de España una salamanquesa. Entonces, aparte del tipismo, me di cuenta de que cuando se extinguieran, aunque no nos hubiéramos enterado, sentiríamos que algo fallaría, que no estaría el verano completo sin ver paredes iluminadas con una farola, mosquitos y salamanquesas.
Yo he visto luciérnagas en el pueblo de mi padre, Ventosa de la Sierra (Soria), y comparto lo que contáis, Dante y tú, de los goces paradisíacos.
Qué favor te debo, JuanMa. No había caído yo en las salamanquesas, ese broche que Dios le ha puesto a la pared, como dijo alguien, y qué necesarias son, efectivamente, para un verano completo. Las noches de este verano las miraré con otros ojos. Gracias.
ResponderEliminarDesde el 92, cuando veo una salamanquesa respiro con cierto alivio: todavía seguimos dando vueltas alrededor del Sol. Incluso cuando se repite la inquina que le tienen las mujeres de mi casa (mi madre y mi hermana), cumpliéndose aquella profecía de la enemistad entre la Mujer y la serpiente (el Génesis habla de los linajes respectivos, pero a mí, en vez de molestarme las lagartijas, me gustan como vecinas).
ResponderEliminarCon ojos de alivio las miro yo, viendo que siguen ahí.
ResponderEliminarLas mujeres de mi casa, mi madre y mi hermana, no quieren ni saber que estén cerca, aunque no las vean (¿será la enemistad que dice el Génesis entre la mujer y la serpiente?).
Recuerdo los veranos de niña; el oscurecer buscando entre plantas sombreadas, esas pequeñas lucecitas.
ResponderEliminarObjetivo: intentar recoger su magia en un frasco.
Al acercarnos reducian su luz, hasta desaparecer. Y volver a lucirse al alejarnos
Este artículo ha rescatado del barullo de mi memoria este recuerdo casi olvidado
Muchas y luminosas gracias