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Lo natural sería que ustedes no recordaran un artículo mío titulado “Aúpa Aído”. Y además es lógico, porque no lo publiqué en este periódico, sino en uno de Madrid. Me parecía más gaditano y necesario defender a nuestra aligustre paisana en la capital. Mi artículo de entonces sostenía más o menos esto:
“A Bibiana Aído la están criticando mucho por lo de los miembros y las miembras. En realidad, habría que animarla. Lo suyo es un disparate, sí, pero digno de aplauso, un esperpento esperanzador, una catarsis, un tratamiento homeopático contra la tontería.
A mí toda la cursilería esta del lenguaje no sexista en plan ciudadanos y ciudadanas me conviene mucho, ojo, pues negándome a usarla doy a mis textos concisión y mordiente reaccionaria. Pero me preocupa que acabe afectando a los clásicos. Por ejemplo, Jesucristo, apiadándose de todos, dijo: “Bienaventurados los que lloran”. ¿Habrá ya quienes echen en falta un “Bienaventurados y bienaventuradas los que lloran y las que lloran”?
Esta confusión del género con el sexo se suele ridiculizar en privado, pero en cuanto cualquiera coge un micrófono, recae. La única solución es Bibiana Aído o la reductio ad absurdum. Tuvimos los jóvenes y las jóvenas. Y yo he escuchado a un inspector de educación exigirnos a los profesores y a las profesoras que cumpliésemos los requisitos y las requisitas. Pensé que eran las plusmarcas, pero ha venido Aído. Gracias a zelotes de la ideología de género como ella, estamos dando todos un respingo reparador, que buena falta nos hacía”.
Desde aquellos gloriosos momentos inaugurales de su carrera ministerial hemos seguido a la ministra Aído atentos, y ella no nos ha decepcionado. Cuánto tenemos que agradecerle. Al haber propuesto el aborto para menores sin consentimiento paterno, ha provocado un rechazo social de proporciones desconocidas. Por desgracia, a la gente no le preocupa lo que suceda con el feto del prójimo ni la ingeniería social en general, pero cuando amenazan a sus niñas, saltan como panteras. La píldora del día después sin receta y a todo quisqui, también a menores, está produciendo sarpullidos en la sociedad y hasta en el mismo PSOE.
Ahora, por último, la miembra que más valoro del Gobierno (y lo afirmo sin ironía) ha vuelto a echarnos una mano impagable a los que creemos que el aborto es el cáncer de nuestra democracia. Su tesis paranormal de que el embrión es un OVNI (organismo vivo no identificado) ha sido el hazmerreír de la comunidad científica y el estupor de la opinión pública. Cuanto más se metan con ella, más la defenderé yo: esta mujer está resucitando al movimiento pro-vida. El PP, en cambio, mientras aumentaba el número de abortos año tras año, se puso a mirar para otro lado, y nos adormiló a todos. Si alguna vez soy alcalde de mi pueblo (Dios no lo quiera), me comprometo a poner el nombre de la ministra Aído a una calle. Bibiana salva vidas.
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Qué bueno lo del OVNI. En efecto, la reducción al absurdo trae estas consecuencias favorables.
ResponderEliminarQué bueno, Enrique. Creo que contar las cosas con inteligencia, elegancia, claridad (¡y, además, humor!) es lo que distingue a un verdadero escritor de un simple opinador. Un abrazo
ResponderEliminarCuán cierto lo del PP, cada vez más vomitable. ¿Por qué no leen en el Apocalipsis lo que el Apóstol dice de los tibios?
ResponderEliminarEl PP y sus complejos...
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