viernes, 13 de marzo de 2009

Y dale con Chesterton

Por la fecha redonda de mi 40 cumpleaños el escritor José Ramón Ayllón me envió una recopilación de citas redondas de Gilbert K. Chesterton, un escritor redondo en todos los sentidos. Mi primer reflejo fue resoplar: “¡Venirme a mí con GKC a estas alturas, si no dejo de leerlo, releerlo, citarlo, traducirlo, prologarlo y —en la magra medida de mis posibilidades— imitarlo!” Pero no sólo había vanidad en mi vahído de protesta, sino una especie de cansancio que se percibe en el ambiente, como los primeros síntomas de una indigestión.

Realmente en España en los últimos años nos hemos dado un festín pantagruélico con las obras del gran Gilbert. Faltan dedos en una mano, y en la otra, y en los pies para contar las ediciones, reediciones, biografías, antologías, colecciones suyas que llegaron a las librerías. Y hasta ha habido una revista espléndida llamada Chesterton.

Los motivos para tamaño festín son variados. Por supuesto, su sustancioso talento. Luego, su humor: la gracia suele ser un problema para que los contemporáneos te tomen en serio (lógicamente), pero en cambio es un espléndido conservante. Mantiene la literatura tan fresca como el primer día. En tercer lugar, el ejemplo de Chesterton, defensor de la fe católica en un entorno hostil, ha sido, por desgracia, necesario para los españoles de estos últimos años. También hay un motivo económico-editorial que no conviene desdeñar: los derechos de autor de Chesterton flotan en el limbo, de manera que resulta muy sencillo y rentable editarle. A él, alérgico al capitalismo, esta última cuestión debe de divertirle bastante.

En cambio, resulta una paradoja tonta y, por tanto, no chestertoniana que quien se pasó la vida defendiendo verdades eternas y riéndose de las modas, sea ahora una fashion victim. Se ha puesto tan en boga que podría estar muriendo de éxito.

Pero no pasará de un leve resfriado. Cuando empecé a hojear las citas recopiladas por mi amigo, empezó, de nuevo, la fiesta. El mismo Ayllón acaba de publicar un libro, 10 ateos se cambian de autobús, donde cuenta, entre otras, la conversión de Chesterton, que ha vuelto a estremecerme por su amor a la verdad. El humor es un conservante, sí, y encima la verdad no caduca nunca. Por eso seguiremos leyéndole y citándole entusiasmados; incluso aunque esté de moda.

2 comentarios:

  1. Hasta tal punto es así que yo no sé ni por dónde empezar. Estoy como el asno de Buridán. ¿Padre Brown, una novela de las otras, una colección de artículos...? Y acabo leyendo a otro tío.

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  2. Yo conocí a Chesterton a través de un breve artículo de Borges. Leído Borges me entretuve casi veinte años en ir a visitar al Magister Laetus, ¡cuánto tiempo perdido!. En fin, también lo eterno conoce tiempos ásperos o propicios, para no llamarle modas.

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